jueves, 22 de mayo de 2014

La rendición de Toni Bentley

La Rendición de Toni Bentley.

Pocas mujeres lo practican, y muchas menos lo admitirán. Sin embargo, en las atrevidas memorias íntimas de la neoyorkina Toni Bentley, tituladas La rendición, la autora levanta el velo sobre una práctica sexual prohibida por la Biblia y celebra «el goce que se halla más allá de las convenciones, con sus riesgos y sus pasiones». Nos referimos a la sodomía, un acto que «no es tabú... pero sí lo es», afirma Bentley.

Pero esta mujer de hoy, moderna, que vive como muchas otras mujeres de nuestros días, no teme contar abiertamente su «rendición», tras ser iniciada por un amante en este placer radical e inesperado, para abordar todos los aspectos de ese acto «sagrado» en el que ella se siente renacer. Un acto que implica abandono y confianza, que colma ciertos deseos de sometimiento, unos anhelos que, por paradójico que parezca, acaban haciéndola dueña de sí misma y de su placer. El camino hacia esa liberación cobra, por una parte, visos espirituales, y por otra, gracias a la franqueza con que cuenta sus experiencias, nos acerca vívidamente una realidad raras veces descrita.


La rendición, traducida ya a varias lenguas y muy bien acogida por la crítica, es la exploración de una obsesión que sin duda obligará a los lectores a cuestionarse sus propios deseos.

“Para mí es un milagro que exista La rendición como libro y que, a través de Isabelle Stoffel, se haya convertido en un montaje que estrena el mayor teatro nacional español; es un milagro tan grande como el que viví la primera vez que practiqué sexo anal”. La australiana Toni Bentley, residente en Nueva York desde pequeña, y autora de La rendición, su controvertido libro de memorias íntimas, publicado en 18 países, es firme y asertiva a la hora de defender la sodomía. Su apología de esa práctica sexual dio el salto a los escenarios el pasado año, cuando la actriz Isabelle Stoffel hizo la versión escénica de La rendición (Tusquets Editores/La Sonrisa Vertical) con puesta en escena del también cineasta Sigfrid Monleón. Se estrenó en Microteatro por dinero, un mínimo escenario del centro de Madrid, pero tal y como está ocurriendo con muchos modestos, pero inteligentes montajes, ha dado el salto a los grandes circuitos teatrales. De hecho, mañana inicia una nueva andadura, no sólo nacional, en la sala de la Princesa del Teatro María Guerrero del Centro Dramático Nacional, donde el personaje protagonista de esta curiosa autobiografía lanza toda una soflama filosófica, irónica, espiritual y erótica en la que cuenta cómo, a pesar de su ateísmo, encontró a dios en el mismo momento que fue sodomizada por primera vez.


La autora cree que la penetración anal es el vicio o pecado bíblico de Sodoma y Gomorra que se ha hecho más popular y ha tenido más trascendencia por varias razones: “La primera es que sucede mucho más de lo que la gente admite, sobre todo en parejas heterosexuales, pero también creo que la naturaleza del tabú que es inherente a la sodomía tiene su base en la vergüenza; el ano es un punto de nuestro cuerpo que desde la niñez se nos acostumbra a verlo como algo sucio, muy privado, y al compartirlo en la edad adulta se convierte en un hecho muy importante, donde emerge la complicidad y una intimidad más grande y mucho más vulnerable”, señala Bentley de este punto del cuerpo humano que ella conecta con el arquetipo de la sombra en Carl Gustav Jung; un concepto que para este psiquiatra y ensayista representa cualidades y atributos desconocidos o poco conocidos del ego tanto individuales, como colectivos. “Cuando queremos ver nuestra propia sombra nos damos cuenta (muchas veces con vergüenza) de cualidades e impulsos que negamos en nosotros mismos, pero que podemos ver claramente en otras personas”, afirmaba Jung.

“Es muy importante el tema de la vergüenza, podríamos decir que el ano es un reflejo de la personalidad sombra, además a las mujeres nos dicen desde pequeñas que el sexo es por la vagina, cuando tenemos tres posibles formas de penetración y además el recto y la boca están conectados”, sostiene Bentley, una autora que ha escrito otras muchas obras, pero siempre cercanas al ensayo, a la no ficción, incluso la biografía de la conocida bailarina Suzanne Farrell. “En mis libros siempre digo la verdad, muchas personas creen que La rendición es una novela, pero desgraciadamente, por la parte de dolor que conlleva, hay en ella una autobiografía, son unas memorias íntimas”, señala esta mujer que nunca fue a la Universidad, pero siempre escribió un diario, y su primer libro lo aborda a los veinte años, como bailarina del New York City Ballet de George Balanchine, donde entró a los 18 años y desarrolló una carrera profesional de 10. Abandonó por una lesión de cadera: “Fue muy traumático, pero al menos podía escribir sobre ello y hoy para mí lo de escribir es sobrevivir; de niña pensaba que nunca podría decir la verdad; pero leí muchos libros, incluido Henry Miller, me lo tomé muy en serio y vi que en el papel sí puedo decir la verdad, toda la verdad, y La rendición es un ejemplo de eso, de ahí que esta obra estuviera predestinada a llegar a un escenario, porque ahí también todo lo que ocurre es verdad; en mi interior veía el monólogo de una mujer, pero no pensé que se podría hacer realidad hasta que llegó la propuesta de Stoffel…, de hecho ni siquiera pensé que iba a pasar el libro, incluso recuerdo que cuando se lo entregué a mi agente literario se horrorizó con el tema”.

Ella sabe del puritanismo de los estadounidenses en lo que al sexo se refiere: “Les puso muy nerviosos mi libro, les espantaba. Sobre todo eran las mujeres quienes se ponían muy nerviosas y de hecho me marcaron como no feminista por encontrar placer en la sumisión. Cuando lo que he hecho es llevar el feminismo a la sodomía, porque siempre ha sido considerado un tema gai, y yo soy una mujer heterosexual que quiero no sólo los mismos derechos para las mujeres sino también las mismas prácticas sexuales. Es un guiño a las mujeres para que sepan que la sodomía no es sólo para homosexuales y que el sexo siempre es y ha sido una paradoja”.

Tanto la obra de Bentley, reconocida por la crítica, como el montaje de Monleón, están marcados por un fino humor y una sardónica ironía, algo que a la escritora le parece imprescindible. “El sexo y la sodomía son para mí tan serios y tan absurdos, que el humor y la ironía ayudan a conectarlos; el sexo tiene que ver con la muerte, Eros y Tanatos siempre unidos, y la manera de sobrellevarlo es con humor. No podría vivir sin humor ni ironía porque estaría llorando todo el rato”, dice esta escritora que cree que al describir el sexo a través de la seriedad, como la religión o dios, se corre el riesgo de ser ridículo.

La rendición, que se ha publicado en 18 países, vive ahora otra vida como montaje teatral. Stoffel ha hecho también la versión alemana e inglesa y se tiene previsto presentar el espectáculo en Nueva York, Los Ángeles, Alemania y Suiza. De momento el CDN hará un encuentro con el público el sábado y el lunes día 21 el ciclo Lunes con voz reunirá a Bentley, al director y la actriz con Lorena Berdún para debatir sobre este tema con el público, que puede asistir libremente hasta completar aforo.

Parte de la crítica recibida:

“Seguramente el mejor himno a los poderes trascendentales de la sodomía desde el Marques de Sade.”
(Village Voice)

“Crónica de un viaje sexual interpretado con clase y delicadeza.”
(El País)

“Genuinamente erótica, apasionada y convincente. Una obra seria sobre el sexo.”
(What´s On Stage)

“Un éxito que conquista los más prestigiosos escenarios.”
(The Guardian)

martes, 20 de mayo de 2014

芸者 La dedicación a un arte (las geishas)


Un pellizco de la interesante vida de las delicadas, elegantes y discretas geishas. Una tradición que lucha por no desaparecer. 

Las geishas芸者se originaron como profesionales del entretenimiento y el ocio, y no era solo mujeres también y hasta en mayor parte eran hombres (hokan).
Al declinar el nivel artístico de las cortesanas, que se dedicaban exclusivamente al sexo, las geishas, hombres y mujeres, tuvieron mayor demanda. Los geisha masculinos comenzaron a desaparecer, y para 1800 las geishas femeninas (conocidas originalmente como onna geisha, literalmente geisha mujer) los superaron en número de tres a uno, y el término "geisha" comenzó a usarse para referirse a las mujeres con habilidades para el entretenimiento, como hoy en día.
Tradicionalmente, las geishas comenzaban su entrenamiento a una corta edad. y comenzaban su entrenamiento en varias artes tradicionales casi inmediatamente.
Sus comienzos trataban en ser inicialmente las asistentes de las más experimentadas, y luego como aprendices de geisha (maiko) durante su entrenamiento. Esta tradición de entrenamiento existe en otras disciplinas de Japón, el estudiante deja su hogar, comienza a hacer trabajos hogareños y asistir a su maestro, para eventualmente convertirse en uno.

Las geishas modernas aún viven en tradicionales casas de geisha llamadas okiya en áreas denominadas hanamachi (花街 "pueblos de flores"), generalmente durante su aprendizaje, pero muchas geishas experimentadas eligen vivir en sus propios apartamentos.
Las jóvenes con aspiraciones a geisha comienzan su entrenamiento después de completar los primeros años de secundaria o incluso en secundaria o estudios superiores, empezando su carrera en la adultez. Las geishas aún estudian instrumentos tradicionales (flauta de bambú), y tambores, al igual que canciones tradicionales, baile japonés clásico, ceremonia del té,(arreglos florales), literatura y poesía. Mirando a otras geishas, y con la ayuda de las dueñas de las casas de geishas, las aprendices se vuelven habilidosas en la compleja tradición de elegir y usar kimono, y en el tratar con los clientes. Kioto mantiene fuerte la tradición de las geishas, y dos de los más prestigiosos y tradicionales distritos de geishas, Gion y Pontochō, están en esa ciudad. Las geishas de estos distritos son conocidas como geiko. Los hanamachi de Tokio, Shimbashi, Asakusa y Kagurazaka son también bastante conocidos.
En el Japón moderno, las geishas y maiko son bastante inusuales. En los años 1920 había alrededor de 80.000 geishas en Japón, pero hoy en día hay aproximadamente 1.000. De todas maneras, en el distrito Gion de Kioto, los visitantes pueden observar algunas maiko por las calles yendo o regresando de una cita. Una lenta economía, pocos intereses en las artes tradicionales, la inescrutable naturaleza del mundo de las flores y sauces, y el costo de este servicio han contribuido en que la tradición decline.






Las geishas son contratadas para asistir a fiestas y encuentros, tradicionalmente en casas de té o tradicionales restaurantes japoneses. Su tiempo es medido según lo que se demora un palo de incienso en consumirse.




Las aprendices de geisha llevan coloridos kimonos. Las geishas mayores utilizan estilos y diseños más apagados. También es importante destacar la longitud de las mangas Las aprendices (maiko) utilizan mangas que llegan practicamente hasta el suelo.









Utiliza sandalias de suela baja de madera y laca,llamadas Zori y llevan solo calcetines divididos en los dedos en interiores. En climas inclementes las geishas utilizan zuecos de madera, llamados Geta. Las Maiko llevan altísimos zuecos negros, Okobo.

Aún existe cierta confusión, especialmente fuera de Japón, sobre la naturaleza de la profesión de las geishas. Este tema se ha complicado debido a las prostitutas japonesas, particularmente en onsen, que quieren ligarse al prestigio de las geishas promocionándose a los turistas (japoneses y extranjeros) como "geishas".
Tradicionalmente, la geisha debe mantenerse soltera (o retirarse luego de su matrimonio), aunque no es poco común que tengan hijos. Mientras que los compromisos generalmente incluyen coquetear e incluso bromas sugestivas (no obstante codificados en maneras tradicionales), nunca incluyen actividad sexual, y una geisha no es pagada por sexo, aunque algunas pueden elegir tener una relación que incluya el sexo con algún cliente fuera de su rol como tal. Y debido a que estas relaciones están vinculadas con la capacidad del cliente de pagar por los servicios tradicionales, el argumento puede ser que es simplemente una forma complicada de prostitución.
Fue tradicional para las geishas tener un danna, o cliente habitual. Un danna era generalmente un hombre adinerado, algunas veces casado, quien tenía recursos para financiar los costos del entrenamiento tradicional de la geisha y otros gastos considerables, teniendo derechos especiales (no solo físicos). Esto ocurre a veces en la actualidad.
Aunque una geisha y su danna podrían estar enamorados, la relación está sujeta a la capacidad del danna a entregar algún aporte financiero.

Los estilos de peinado tradicional que suelen llevar las geishas y maiko han variado muchísimo a lo largo de la historia.
En términos generales podemos decir que, si bien en los tiempos de la corte japonesa las mujeres lucían el pelo suelto, con el tiempo empezaron a popularizarse los recogidos, en ocasiones tremendamente ostentosos y complicados. Sin embargo, a finales del período Taisho (1912-1926), las mujeres japonesas empezaron a adoptar modas más occidentales y tanto el kimono como el peinado de estilo japonés, que tanto sufrimiento había impartido al cuero cabelludo femenino, cayeron en desuso. Por ello, los distintos peinados de estilo tradicional que lucen las maikos y las geishas en la actualidad, tan típicos de los dibujos y descripciones de la sociedad japonesa del pasado, no se observan ya más que dentro de los hanamachi o en los libros y museos de historia.


Cabe resaltar, no obstante, que existe una clara diferencia entre las maikos y las geishas: mientras que las primeras utilizan su pelo para lucir varios y complicados peinados tradicionales, las segundas, además de tener menos variedad de peinados, no utilizan su propio pelo, sino que lucen una peluca, el katsura.





Documental: La vida secreta de las geishas




(Textos e imágenes extraidas de la red)